Se estima que un tercio de los pacientes que sufren Hiperplasia Benigna de Próstata (HBP) terminan requiriendo tratamiento quirúrgico, bien por mala respuesta o hartazgo de los fármacos, o bien por complicaciones de la propia enfermedad.

El tratamiento quirúrgico del adenoma de próstata constituye la forma más eficaz para resolver toda la sintomatología asociada a la hiperplasia benigna de próstata. Normalmente, en función del tamaño de la glándula se aborda su tratamiento quirúrgico bien por vía transuretral o bien por vía abdominal mediante cirugía abierta clásica.

El principal reto del tratamiento quirúrgico, además de resolver los problemas urinarios, y siendo la próstata una glándula muy vascularizada, es evitar el sangrado de la cirugía. Lógicamente, el riesgo de hemorragia adquiere una importancia todavía mayor cuando se hace cirugía abierta, en pacientes de cierta edad o con alguna patología asociada.

La técnica quirúrgica más adecuada depende del tamaño de la próstata y sus características. El doctor Alonso y Gregorio aborda de manera integral las diferentes alternativas y ofrece a sus pacientes la mejor para cada caso concreto.

Los métodos quirúrgicos que mejores resultados ofrecen son el láser de Holmio y la fotovaporización con láser verde. Desde la Unidad de Láser de próstata del Hospital San Francisco de Asís, el doctor Sergio Alonso y Gregorio -responsable del Servicio de Urología- ofrece un tratamiento personalizado a cada paciente en función de sus características particulares.

El láser de Holmio: el tratamiento recomendable en próstatas de mayor tamaño

Al igual que la fotovaporización con láser verde, el tratamiento con láser de Holmio es mínimamente invasivo, aunque este último está más centrado en el abordaje de próstatas grandes.

A través de la uretra se introduce un resectoscopio con una cámara, luz, sistema de lavado para el sangrado y un mecanismo para introducir la fibra láser.

Mediante este aparato, y para aliviar los síntomas de la HBP, se extirpa el adenoma -zona central de la próstata que rodea y comprime la uretra-, preservando, de esta manera, la cápsula del órgano, es decir, la periferia.

Precisamente, el láser de Holmio permite “cortar” la unión que existe entre la zona central (adenoma) y la zona periférica (cápsula) a la vez que se coagulan los vasos que encuentra a su paso. Así, el sangrado es mínimo y la recuperación del paciente, cómoda y rápida. Una vez se ha retirado el tejido prostático sobrante, se utiliza un “morcelador”, un aparato que tritura y absorbe todo ese tejido.

Resultados: el paciente gana en calidad de vida

La efectividad de la operación con láser de Holmio es igual que la de la cirugía abierta, pero con el componente claramente beneficioso de que se trata de un tratamiento mínimamente invasivo y, por lo tanto, la posibilidad de sangrado es mínima. Esto es muy importante teniendo en cuenta a aquellos pacientes que tienen patologías cardíacas o pulmonares, problemas de coagulación, los de mayor edad… Por tanto, cabe esperar que si el beneficio es muy importante para personas con patologías asociadas, no lo va a ser menos para cualquier otra.

Una vez ha sido intervenido, se queda ingresado con sonda vesical entre 24 y 48 horas. Asimismo, las probabilidades de que el paciente tenga que someterse a una nueva cirugía son casi inexistentes.

En definitiva, las grandes ventajas del láser de Holmio son:

  • Se extirpa de manera total el tejido obstructivo de la próstata (el 100% del adenoma) y se produce, por tanto, la desobstrucción total.

 

  • El paciente obtiene unos beneficios de manera rápida y eficaz. Tras retirar la sonda a las 24 horas de la intervención, la micción vuelve a ser absolutamente normal.

 

  • La tasa de transfusión es totalmente anecdótica, mientras que en la cirugía abierta clásica las tasas pueden ser de hasta el 18-20%, según los estudios.

 

  • La estancia hospitalaria es de 24-48 horas, en lugar de los 4-6 días por la cirugía clásica.

 

  • La sonda se retira a las 24 horas en vez de a los 7-10 días del tratamiento clásico.