El cáncer de células renales es responsable de un 3% de los tumores malignos en adultos. Es dos veces más frecuente en hombres que en mujeres. Los diagnósticos más habituales suelen producirse a partir de los 50 años.
El cáncer de células renales es responsable de un 3% de los tumores malignos en adultos. Es dos veces más frecuente en hombres que en mujeres. Los diagnósticos más habituales suelen producirse a partir de los 50 años.
La aparición de la enfermedad es, en su mayoría, por causas esporádicas, sin antecedentes familiar. De hecho, es muy poco común que el cáncer de riñón forme parte de un síndrome hereditario. No obstante, es recomendable que aquellos pacientes con un familiar de primer grado acudan a revisiones periódicas a partir de los 40 años.
Por otro lado, fumar, el hecho de estar expuestos a ciertos productos químicos, la obesidad o la tenencia de una enfermedad quística renal adquirida en pacientes sometidos a diálisis crónica se asocian con un aumento de casos de cáncer de riñón.
El cáncer de riñón está asociado con bastantes síntomas, algo que hace que el diagnóstico requiera de pruebas muy concretas. De hecho, muchos pacientes no los experimentan hasta que la enfermedad se ha extendido a otros órganos y varios se detectan de forma casual, cuando se realizan ecografías o un TAC por otras razones.
Suele asociarse al cáncer de riñón la presencia de sangre en orina, aunque puede no ser visible y solo apreciable en un análisis de la misma. Otros síntomas pueden ser dolor en el costado, anemia o fiebre. Como decimos, dolencias muy generales y difíciles de relacionar con un tumor renal.
Diferentes formas de diagnosticar el cancer de riñón:
Cirugía
Cuando el cáncer se encuentra localizado en el riñón la cirugía suele ser muy eficaz y curativa. Para eliminarlo se extirpa el riñón entero o parte de él, en función del diagnóstico. Estos son los diferentes tipos de cirugía:
Es necesario destacar que una persona puede vivir sin una parte de un riñón. No obstante, si se extraen los dos o si no funcionan, el paciente necesitará diálisis (limpieza de sangre mediante una máquina) o un trasplante del órgano.
En el caso de que no sea posible una intervención quirúrgica para extirpar el tumor, se puede optar por una embolización arterial para reducirlo. Este tratamiento consiste en hacer una pequeña incisión e introducir un pequeño tubo en el vaso sanguíneo principal que fluye hacia el riñón. A través de este conducto, se inyectan pequeños trozos de una esponja gelatinosa, que impiden que la sangre llegue al órgano y que las células cancerosas reciban oxígeno y otras sustancias que necesitan para crecer.
Otras alternativas en el caso de tumores pequeños son la crioablación (destruir el tumor mediante congelación) o ablación por radiofrecuencia (a través de alta energía).
Cuando el cáncer está muy avanzado, la cirugía tiene el objetivo que extirpar la mayor parte del tumor posible. Es eficaz en pacientes que tras la operación tendrán que recibir tratamiento con inmunoterapia o terapia dirigida.
No existe una forma concreta para prevenir el cáncer de riñón. Lo ideal para reducir cualquier riesgo es no fumar, vigilar los niveles de presión arterial, mantener un buen peso corporal y tener una dieta saludable.